Sobre la trufa
Un tesoro gastronómico con grandes beneficios para la salud
Conservación de la trufa negra
La mejor forma de conservar trufa negra fresca y mantener al máximo su aroma y sabor característicos consiste en envolverla cuidadosamente en papel de cocina absorbente. A continuación, debe colocarse en un tarro de cristal con cierre hermético, el cual se guarda en el frigorífico, preferiblemente en una zona no demasiado fría para evitar que se congele o se deteriore. Este método ayuda a controlar la humedad y a prevenir la aparición de moho, manteniendo así la trufa en óptimas condiciones durante varios días.
Es fundamental cambiar el papel absorbente a diario, ya que este se va humedeciendo con el paso del tiempo debido a la transpiración natural de la trufa. Si no se reemplaza con regularidad, la humedad acumulada podría favorecer el desarrollo de hongos o provocar que la trufa pierda su textura firme. Con este sencillo pero eficaz cuidado diario, se puede prolongar la vida útil de la trufa negra fresca y disfrutar de toda su intensidad aromática al momento de consumirla.
Nuestras recomendaciones
La trufa negra fresca no es un ingrediente cualquiera: es el protagonista que puede transformar un plato en una experiencia gastronómica única. Para aprovechar todo su potencial, te sugerimos:
Apuesta por recetas sencillas: su sabor es tan intenso que no necesita grandes elaboraciones.
Combina mejor con alimentos alcalinos (como huevos, patatas o arroz) que con ácidos.
Un truco útil es guardar unos huevos junto con la trufa en el mismo tarro hermético. Su cáscara porosa absorberá el aroma, dándoles un sabor trufado sin haber tocado la trufa.
Aunque puede congelarse, lo ideal es consumirla fresca. Si decides congelarla, rállala directamente sin descongelar para evitar la pérdida de aroma.