Sobre la trufa

Un tesoro gastronómico con grandes beneficios para la salud

La trufa negra es un alimento excepcional por su aroma, sabor y valor nutricional. Aporta minerales como fósforo, manganeso, zinc y selenio, con propiedades antioxidantes y antiinflamatorias. Sus beneficios incluyen la reducción del riesgo de enfermedades cardiovasculares, hepáticas, cáncer, artritis e infecciones, además de ayudar a controlar la glucosa y el colesterol LDL. Para disfrutar al máximo su sabor, debe consumirse fresca, ya que se conserva en óptimas condiciones solo por 15 días tras su recolección y no se recomienda congelarla.

Conservación de la trufa negra

La mejor forma de conservar trufa negra fresca y mantener al máximo su aroma y sabor característicos consiste en envolverla cuidadosamente en papel de cocina absorbente. A continuación, debe colocarse en un tarro de cristal con cierre hermético, el cual se guarda en el frigorífico, preferiblemente en una zona no demasiado fría para evitar que se congele o se deteriore. Este método ayuda a controlar la humedad y a prevenir la aparición de moho, manteniendo así la trufa en óptimas condiciones durante varios días. 

Es fundamental cambiar el papel absorbente a diario, ya que este se va humedeciendo con el paso del tiempo debido a la transpiración natural de la trufa. Si no se reemplaza con regularidad, la humedad acumulada podría favorecer el desarrollo de hongos o provocar que la trufa pierda su textura firme. Con este sencillo pero eficaz cuidado diario, se puede prolongar la vida útil de la trufa negra fresca y disfrutar de toda su intensidad aromática al momento de consumirla.

Nuestras recomendaciones

La trufa negra fresca no es un ingrediente cualquiera: es el protagonista que puede transformar un plato en una experiencia gastronómica única. Para aprovechar todo su potencial, te sugerimos:

  • Apuesta por recetas sencillas: su sabor es tan intenso que no necesita grandes elaboraciones.

  • Combina mejor con alimentos alcalinos (como huevos, patatas o arroz) que con ácidos.

  • Un truco útil es guardar unos huevos junto con la trufa en el mismo tarro hermético. Su cáscara porosa absorberá el aroma, dándoles un sabor trufado sin haber tocado la trufa.

  • Aunque puede congelarse, lo ideal es consumirla fresca. Si decides congelarla, rállala directamente sin descongelar para evitar la pérdida de aroma.

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